Page 146 - El Jardin De Las Delicias - Ian Watson
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leona y con la resistencia de un leopardo cazador;

               pero, lo mismo que un leopardo, tenía la piel man‐

               chada. Estaba moteada de blanco y negro. Aullan‐


               do de rabia, miró como una fiera a su alrededor pa‐

               ra ver quién le había robado su negreza..., o quién

               se había puesto su piel. El demonio estaba desen‐


               cadenado dentro de ella. ¡Le rajaría la piel robada

               con sus escalpelos y la trasplantaría de nuevo sobre

               sí!  Operación  que  desde  luego  no  podía  hacerle


               daño  puesto  que  se  sabía  invulnerable...,  a  no  ser

               por aquellas manchas de un blanco leproso. Le do‐


               lían un poco: piel blanca, más sensible a los ardores

               del fuego.., pelleja miserable y paliducha

                      (¡Eh!  Esto  es  divertido.  ¿Creías  que  ibas  a  ser


               castigada por los demonios? ¡Y un infierno!)

                      (¡Basta, Muthoni! ¡Piensa!)


                      Sin hacer caso de las voces que clamaban den‐

               tro de su cabeza, corrió hacia una loma desde don‐

               de podría tal vez atisbar todo el terreno. Su vista se


               acomodaba con facilidad y, si quería, lo veía todo

               como a través de una mira nocturna dotada de in‐

               tensificador de luz.


                      Entonces llamaron su atención unas voces que‐

               jumbrosas. En una zanja, al pie de la colina, se re‐

               torcía una oruga de cierta corpulencia.


                      Enfocó la vista. Era una mujer yaciente y singu‐

               larmente gorda. Y era ella quien estaba pariendo a

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