Page 147 - El Jardin De Las Delicias - Ian Watson
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la oruga blanca..., en realidad: una vaca totalmente
desarrollada. La res salía de ella como si no tuviera
huesos, como un globo de carne que se hinchaba, y
caía blandamente al suelo, entre balidos y mugi‐
dos.
¡Ah, pero aquello sí que merecía atención des‐
de un punto de vista obstétrico! Ya que aquella va‐
ca no veía la luz por el cono de la gorda, sino por
su occipucio, a modo de espuma hinchable de plás‐
tico, que se convertía en una vaca viviente durante
el propio acto. La masa temblorosa formada por la
mujer y la vaca estaba unida por las cabezas como
una pareja de siameses.
¡Ajá! Ahora veía el problema. ¿Acaso no esta‐
ban unidas sin poder separarse? Por eso las dos ya‐
cían tumbadas en la zanja entre lamentos y gemi‐
dos.
Muthoni bajó la cuesta con rapidez, y apun‐
tando con sus escalpelos a la parte posterior del
cráneo de la mujer, se puso a cortar y rebanar la
masa mantecosa.
—¡No me robes mis sueños! —chilló la gorda.
Sin embargo, ya era demasiado tarde. La gran
masa de la vaca estaba ya libre; el animal se puso
en pie y empezó a trepar ladera arriba, hasta desa‐
parecer al otro lado, entre mugidos que partían el
corazón.
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