Page 144 - El Jardin De Las Delicias - Ian Watson
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se calentaba una caldera llena de agua donde, entre

               protestas y exclamaciones, flotaban cabezas sanco‐

               chadas de hombres y mujeres, sin los cuerpos. De


               hecho, sólo el calentamiento del agua, con su con‐

               siguiente convección, evitaba que aquellas cabezas

               se hundiesen hasta el fondo del caldero y se ahoga‐


               sen allí. Así pues, se dijo Muthoni, la bruja azul les

               hacía un favor, pues era ella quien había puesto el

               caldero allí para pringar con el caldo su asado de


               hombre.

                      Esta  víctima  daba  vueltas  con  indiferencia,


               mientras la engarfiada mano de la bruja accionaba

               la  manivela.  La  mueca  del  espetado  era  más  bien

               de paciencia y resignación, o incluso de concentra‐


               ción.  En  el  supuesto  de  que  Muthoni  se  hubiese

               preocupado de ello, la expresión desmentía el tor‐


               mento  que,  según  las  apariencias,  estaba  sufrien‐

               do...

                      Las  tareas  culinarias  de  la  bruja  padecían  la


               competencia  desleal  de  otra  cocinera,  una  gorda

               que  vestía  negligé  rojo  y  mantilla  y  que  manejaba

               una  gran  sartén.  En  ella  freía  una  mano  cortada


               que,  sin  embargo,  no  dejaba  de  mover  los  dedos,

               así como una pierna que lanzaba puntapiés en in‐

               tento de salirse de la manteca hirviente, y una ca‐


               beza que rodaba de un lado a otro, movía las orejas




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