Page 150 - El Jardin De Las Delicias - Ian Watson
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se sujetaba su agujereado estómago con ambas
manos.
Muthoni no hizo más caso de él y corrió otra
vez a la cima de la colina para mirar a su alrededor.
—¡Ajá!
Más allá de la zona infrarroja de tierra calcina‐
da, se extendían los grandes yermos ultravioleta de
hielo. Dos figuras empequeñecidas por la lejanía
avanzaban de puntillas sobre el ardiente suelo. La
una tenía una melena dorada, la otra era un hom‐
bre negro. Pese a su color robado, le reconoció al
momento.
—¡Marizi! ¡Ladrón!
Muthoni la moteada se erguía delante de ellos.
Había sangre reciente en los filos de su tridente,
que agitaba haciendo odios en el aire, signos del in‐
finito.
—Sean no ha robado nada —protestó Denise.
—Así que ahora eres su cómplice, ¿no? Ya me
lo figuraba. Ha robado mi piel, eso es.
—No digas tonterías, Muthoni.
Muthoni asestó una lanzada en dirección a De‐
nise, que se retiró precipitadamente.
—¡Ya lo ves! ¡Tú eres la culpable!
—¡Chist! —siseó Sean—. El cerebro primitivo,
reptiliano, anda desatado.
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