Page 152 - El Jardin De Las Delicias - Ian Watson
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—Tú nos llevaste a esa emboscada.
(¿Lo hice? Se me había encendido la sangre...)
—Oye, Muthoni. Si la negreza es un estado
mental, tú aún no la has perdido por completo.
¿No lo ves? Te das cuenta parcialmente de ello. La
marca de Dios está en ti. Una parte de ti todavía
es... bien, digamos que del color de la primera fase
de la Obra, como decía Jerónimo.
—¡Ah! ¡Ya he liquidado lo de Jerónimo! Ese llo‐
rón cobarde. Lo espeté como a un cerdo, como lo
que es.
—¿Está aquí?
Muthoni apuntó a la colina con el tridente En‐
tonces reparó en la sangre que teñía las puntas.
—¡Dios mío! Le clavé esto. Me parecía diverti‐
do hacerlo.
—Supongo que debió de ser divertido para el
viejo reptil, el paleomamífero que está dentro de
nosotros. O, más que divertido, placentero. Ya no
lo será, puesto que aquí tenemos diversión de to‐
das clases, sado o maso, hasta que nos empalague,
hasta que fermente para convertirse en otra cosa.
—Esa pobre mujer, ahí en la zanja...
—Has hecho verdaderas diabluras, ¿verdad?
—Me parecía que estaban... bien. ¡Y me lo sigue
pareciendo, maldita sea!
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