Page 157 - El Jardin De Las Delicias - Ian Watson
P. 157

formar. Y aunque todavía no había rumiado nunca,

               le apestaba el aliento (incluso hasta donde estaban

               ellos) como si estuviese en plena descomposición.


               La gorda canturreaba llena de felicidad.

                      —Dijo que era su sueño, un sueño de belleza —

               explicó Muthoni.


                      —¿De belleza? —exclamó Denise.

                      —En realidad ella no puede verlo. No creo que

               le hagamos ningún favor diciéndoselo.


                      —¿Un sueño..., una proyección? —se interrogó

               Sean—.  ¿Proiectio?  ¿Será  eso?  ¿Cómo  dijo  el  viejo


               Carl Gustav? «El contenido es inaccesible mientras

               permanezca en estado de proyección...»

                      —¿Cómo?


                      —Nada... Sólo era una idea.

                      Pero no tuvo tiempo para explicarla, ni siquiera


               para explicársela a sí mismo, porque tres hombres

               y una mujer salieron de detrás de una loma y salta‐

               ron a la zanja, con una agitación más propia de una


               banda  de  monos.  Todos  iban  armados  con  cuchi‐

               llos  de  carnicero  y  desnudos,  excepto  el  jefe,  que

               lucía, con mucho ruido de chatarra, una armadura


               medieval.

                      El  de  la  coraza  se  interpuso  entre  los  viajeros

               terrestres y la gorda. De pronto, sus acompañantes


               atacaron con sus cuchillos a la vaca onírica a medio

               formar.

                                                           157
   152   153   154   155   156   157   158   159   160   161   162