Page 211 - El Jardin De Las Delicias - Ian Watson
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—Y  vosotros,  ¿podéis  sentir  el  dolor?  —gritó

               Sean—.  ¿O  no  podéis?  ¡Quiero  escuchar  una  ra‐

               zón... por vuestro bien! ¡Vosotros sois las víctimas


               aquí y no nosotros!

                      El diablo le puso las tijeras delante de la nariz.

                      —¿Qué dices?


                      —Tenemos la obligación de ayudaros, por ha‐

               beros impedido antes. No os dejamos vivir vuestra

               vida. Denise te lo hubiera dicho, ¡pero tú le has cor‐


               tado  el  dedo  del  pie!  Escucha:  vosotros  no  enten‐

               déis el dolor.


                      —Pero sabemos cómo producirlo —replicó, pe‐

               llizcándole la nariz con las tijeras, aunque sin llegar

               a cortarle. La presión se aflojó—. Habla.


                      ¿Cuál podía ser la finalidad del dolor? ¿Y si di‐

               jera que era un estímulo? Sean, aterrorizado, se pu‐


               so a improvisar a toda velocidad:

                      —En la naturaleza de todos los seres vivos está

               el evitar el dolor, ¿sabes? El dolor les obliga a hacer


               cosas para evitarlo. En realidad ellos preferirían no

               hacer  nada...,  excepto  descansar  y  estar  quietos.

               Huir del dolor, desde el punto de vista cibernético,


               es una regulación por realimentación negativa, ¡oh

               pobre máquina! Si uno tiene hambre, come, y en‐

               tonces deja de tener hambre. Pero eso es todo. A la


               naturaleza no le gustan los cambios, ya que de lo




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