Page 250 - El Jardin De Las Delicias - Ian Watson
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mo? ¿Únicamente Él mismo? Qué solipsismo. Ya lo

               ves, payaso: no creo en Dios, si soy parte del Dios.

               Le niego —cacareó el Diablo, riendo de buena ga‐


               na—. Lo mismo que tú. Por eso eres mío y puedo

               jugar contigo. Por otra parte, si le adorases a Él en

               mí..., eso podría servir para que te librases de mis


               garras.

                      Sean  decidió  que  más  le  habría  valido  seguir

               los  consejos  del  negro  de  la  taberna  de  la  Última


               Parada. El maestro de la mentira estaba tejiendo al‐

               rededor de él una telaraña de argumentos.


                      El Diablo se inclinó hacia él con avidez.

                      —¿Qué forma adoptaría tu adoración?

                      —Obviamente, el espíritu religioso..., el sentido


               de adoración, de terror sagrado es inherente en la

               humanidad... —trató de ganar tiempo Sean, cons‐


               ciente  de  que  arriesgaba  que  se  le  negase  el  paso

               por las tripas del Diablo, y se le obligase a servir de

               juguete.


                      —¿Es inherente en mí? —machacó el Diablo—.

               Repito: ¿a quién adoro yo? ¿A Él mismo que es Yo

               mismo? ¿Cómo puede Dios tener un Dios? Por tan‐


               to,  no  existe.  Sin  embargo,  yo  creo  porque  es  ab‐

               surdo.

                      El Diablo entrechocó el pico y continuó:


                      —Esa  frase  pasó  por  mis  labios...  en  tránsito

               hacia mi gaznate.

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