Page 251 - El Jardin De Las Delicias - Ian Watson
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—Yo  te  diré  a  quién  deberías  adorar,  ¡porque

               es justamente lo que estás haciendo ya! Tú nos ado‐

               ras a nosotros. Sí, Diablo, ¡a nosotros! Porque noso‐


               tros somos quienes hacemos de ti un Dios viable.

               ¿Y cómo nos adoras? Por medio de un sacramento.

               Al  introducirte  nuestra  carne  y  nuestra  sangre  en


               tu boca, y al transustanciarlos..., y al transformar su

               sustancia en...

                      El Diablo lanzó un chillido y atrapó a Sean con


               su garra. Lo elevó a una altura vertiginosa y, antes

               de  que  lograse  darse  cuenta  de  lo  que  ocurría,  se


               vio  tragado  por  la  negra  garganta,  con  la  cabeza

               por delante. Las convulsiones peristálticas le opri‐

               mieron  hasta  privarle  del  aliento.  Resbalaba,  caía.


               Era como estar dentro de una boa que se retorciese.

               Como un recién nacido, asomó la cabeza por entre


               las nalgas malolientes. Sus pulmones se sofocaron

               en un hedor irrespirable, se llenaron de él, mientras

               Sean permanecía colgado cabeza abajo en la bolsa


               de gas.

                      Una  presión  aplastante  oprimió  sus  hombros.

               Por  un  momento  creyó  verse  aspirado  por  los in‐


               testinos del Diablo. Luego cayó y, con la cara, rom‐

               pió la membrana de la bolsa de gas. El agujero del

               fondo se abría hacia la negrura, hacia la nada. En


               aquella oscuridad cayó, abajo, lejos, hacia donde se

               atisbaba un rayo de luz. Pero, o bien los jugos gás‐

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