Page 343 - El Jardin De Las Delicias - Ian Watson
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—¡No! Sencillamente, me niego a creer que la
Tierra pusiera en marcha todo un maldito plan de
colonización... ¡para secundar tus obsesiones al‐
quimistas! No me lo trago, Strauss. Estás mintien‐
do.
—¡Ah, amigo! Naturalmente, ésa no fue la ra‐
zón manifiesta. Sólo era el motivo profundo y no
confesado. Como es lógico, la Tierra no puso clones
de mí en todas las naves por hacerme un favor, ni
siquiera porque hubiesen comprendido que yo te‐
nía razón. Pero supe «venderme» a mí mismo,
Sean, y con mucho éxito... Bajo las especies de lo
que los antiguos futurólogos solían llamar una
proyección a muy largo plazo, un comodín. Yo era
hombre de cierta influencia. Conocía a mucha gen‐
te, tomé esa precaución. Mientras promovía mi
causa, me moví entre bastidores. Trasplantar per‐
sonas a mundos inexplorados no es lo mismo que
transportar turistas sobre el Atlántico, ¿sabes? Es
una partida totalmente nueva, Sean. Al menos se
necesita un comodín en la baraja, porque puede ser
útil incluso para la mera supervivencia. Seamos
modestos: ¡tal vez hubo otros, desconocidos inclu‐
so para mí! Pero en este caso, por feliz sentido de la
oportunidad, fui yo el comodín del que hubo que
echar mano. E inmediatamente. El Objetivo Uno
nos jugó una mala pasada: había inestabilidades es‐
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