Page 57 - El Jardin De Las Delicias - Ian Watson
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—Todo eso de encontrar a Dios está muy
bien... A los peces les gustaría andar, y creo que to‐
dos lo conseguirán dentro de algún tiempo..., más
bien largo. Sin duda, ahora nos basta con saber que
Él está ahí, y dentro de todos nosotros. ¡Ésa es la
realidad con la que debéis establecer contacto!
¡Amadla! Quitaos esos trapos absurdos bajo los
cuales os ocultáis. ¿Cómo puede uno encontrar na‐
da, si empieza por esconderse a sí mismo?
Los pechos de Loquela oprimieron el tórax de
Austin, le rodeó el cuello con sus brazos y le rodeó
una pierna con la suavidad de la cara interna de su
muslo.
Austin se apartó, no para rechazarla sino para
caer derribado al suelo sobre ella.
—¿No decíais que Knossos va vestido? —
objetó débilmente.
—Lo que él esconde es conocimiento oculto —
explicó Jerónimo—. Él sabe ya lo que todavía per‐
manece oculto para nosotros. Ahora comprenda
usted una cosa, capitán: nadie va a censurarle que
se dedique a gozar. El nuestro no es un Dios puri‐
tano. Ni estamos en el país de los lotófagos..., todos
nos dedicamos a aprender algo. Loquela tiene ra‐
zón. ¡Participad! Celebraremos una fiesta de bien‐
venida. O llamadle una orgía, si así os parece. Aquí
todos somos..., ¡hum!, amigos.
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