Page 62 - El Jardin De Las Delicias - Ian Watson
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gre y de piel desnuda como hecho subjetivo, es de‐
cir, todo lo contrario a lo meramente objetivo. Esto,
en combinación con la hipersensibilidad de los te‐
rrícolas al contacto personal demasiado íntimo (a
no ser en muy determinados momentos y lugares),
era lo que repugnaba a Tania. En una Tierra super‐
organizada se necesitaban otros apantallamientos,
además de las vestiduras o (a veces) las máscaras,
en especial para la seguridad de los datos persona‐
les, con el fin primero de salvar la noción de indi‐
vidualidad humana; hasta cierto punto, incluso en
Rusia se registraba ese fenómeno. Si ahora, una au‐
toridad superior decía «que no haya pantallas entre
nosotros», ello tendría el efecto de enfurecer a to‐
dos, hombres y mujeres, que se sentirían humilla‐
dos, robotizados. ¿Cabía creer que todo el planeta
fuese un solarium? Ellos habían esperado encon‐
trar espacios abiertos..., y trabajo en abundancia,
pero nunca aquella desnudez ociosa.
—No iremos a ninguna parte con la coraza
puesta —dijo con suavidad Sean—. Resulta que
hemos aterrizado en un planeta donde el amo del
cotarro no es un gobierno, sino un Dios..., alguien
que, por su misma naturaleza, ve en nuestro inte‐
rior. Tendremos que meternos en la piel de esa di‐
ferencia.
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