Page 85 - El Jardin De Las Delicias - Ian Watson
P. 85

La voz con que respondió sonaba casi como un

               cántico: hablaba con palabras melodiosas, estiliza‐

               das, pero sin la menor afectación.


                      —Pasó  por  aquí...,  este...,  durante  el  preludio

               de la cabalgata, con su urraca exploradora. ¿Quié‐

               nes son esos tres? Parecen hechos de barro primi‐


               genio..., sin terminar. Bellos, pero en espera de to‐

               mar forma definitiva. Me parece que lo que van a

               ser, por ahora será sólo una idea en sus mentes.


                      Jerónimo hizo la presentación de los astronau‐

               tas, empezando por Denise.


                      El hermafrodita saboreó aquel nombre.

                      —¡Ah!  ¿Una  mujer  que  se  llama  Dionysos?

               ¡Que la voluntad de cambiar sea contigo! Laroche...


               ¡Claro!,  la  piedra.  Sí,  así  es  como  cambiarás,  sin

               duda. ¡Busca la piedra, la roca!


                      —Ahora  nos  encaminamos  a  aquella  torre  de

               roca —asintió ella—. Hacia allá habrá ido Knossos

               también, el griego, el hombre que posee el conoci‐


               miento.

                      (Así dijo ella, en primer lugar para asegurarse

               de que estaban persiguiendo al hombre adecuado.


               Jerónimo pareció medianamente ofendido.) Detrás

               de la loma siguiente, visible para ellos aunque no

               para los miembros de la cabalgata, se alzaba el mi‐


               narete  de  una  torre  de  color  rosado,  rematada  en

               una cúpula acebollada como las del Kremlin, pero

                                                            85
   80   81   82   83   84   85   86   87   88   89   90