Page 99 - El Jardin De Las Delicias - Ian Watson
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—Sí, lo admito. Decía que Knossos debió de ser
un hombre muy extraño y poderoso. Un alquimis‐
ta, un adepto de una sabiduría secreta, ¿conserva‐
ría su fe intacta, al tiempo que abandonaba la Tie‐
rra en un vehículo espacial del siglo veintiuno? ¿Y
cómo habría conseguido la plaza en la Copernicus,
en primer lugar, burlando la selección rigurosa que
sin duda debió realizarse?
—Hasta un Dios ha de tener intereses —se
aventuró Denise a intervenir—. A lo mejor le con‐
venía que fuese así. En realidad, Knossos era la
única persona a bordo que tenía una fe. Por eso
Dios hizo que esa fe se viese realizada. ¿O tal vez
Dios no tenía otra elección? Es posible que, en cier‐
to sentido, haya sido Knossos quien le ha captura‐
do a Él. De otro modo, ¿qué clase de mundo ha‐
bríamos hallado? —se estremeció Denise—. Rocas
estériles. Un planeta muerto. Dios le insufló vida
para la Copernicus. Y sólo podía insuflarle vida si
descubría un contexto que permitiera transmutar la
materia muerta en existencia viviente. Pues bien,
ese contexto lo halló en Knossos.
Sean escupió otro hueso de cereza. Sin saber
por qué, pero dudaba de que llegase a arraigar allí,
caído sobre el césped aterciopelado.
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