Page 102 - El Jardin De Las Delicias - Ian Watson
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de Dios! —exclamó Jerónimo, amenazándola con el
dedo—. Ya verás si pierdes la negreza. Quedarás
reducida a la condición de cabra..., ¡o tal vez inclu‐
so de coneja!
Arrugó la nariz con sorna.
—¿Y uno de los atributos de Dios sería la cos‐
tumbre de castigar a la gente en el Infierno? Creo
que no me agrada ese Dios. Es caprichoso. Este
planeta es un capricho.
—Quizá todo el universo sea un capricho. ¿A
que no habías pensado en eso? Me pregunto si
nuestro Dios sabe realmente quién es Él —continuó
Jerónimo en tono frívolo—. Tal vez, en cierto mo‐
do, también Él sea un capricho.
—Pero ¡no se puede tener un Dios ignorante!
—Entonces, ¿qué? ¿Lo prefieres omnisciente?
No puede ser las dos cosas, señora mía. O es Dios,
o no lo es.. Aunque, en la medida en que Dios es
una paradoja, quizás eso tampoco sea cierto...
—¡Superior! ¡Sobrehumano! Si ese extraterres‐
tre forma parte de la realidad natural, llegaremos a
entender qué parte es.
—Pero ¿y si no llegarais a entenderlo, a menos
que...?
—¿A menos que qué?
—A menos que os transformarais alquímica‐
mente —replicó Jerónimo, y luego añadió—: Por
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