Page 154 - Sumerki - Dmitry Glukhovsky
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sueño. Así cobré valor, me levanté y busqué el
interruptor de la lámpara de la mesilla de noche. Su luz
se encendió y me demostró que la fantasía me había
gastado una mala pasada: no había nadie en mi
habitación. Me fijé sobre todo en la esquina en la que
me había parecido oír el sonido y luego registré de
manera sistemática todas las habitaciones del piso.
Cuando por fin me hube convencido de que estaba
solo, fui a la cocina, saqué la caja con los medicamentos
que tenía en el armario de la vajilla y me senté en el
sofá. Me puse el termómetro en la axila y luego busqué
entre los envases de cartón y tubos de pastillas hasta
encontrar una aspirina suelta y también otra medicina
para hacer bajar la fiebre. La columna de mercurio
había subido hasta los cuarenta grados; la situación era
seria. Me tomé la aspirina efervescente y, a
continuación, la otra pastilla. El agua que salía por el
grifo olía a herrumbre y a cloro, pero me la bebí con
avidez y no presté atención a los hilillos que me
resbalaron por el mentón. Sólo cuando hube saciado la
sed y me hube secado la boca con la manga del
albornoz, me acordé de una película en la que un
hombre perdido en un desierto se arrojaba
desesperadamente sobre una fuente de agua en un
oasis. Sí, aquella noche había caminado sobre un buen
número de dunas...
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