Page 155 - Sumerki - Dmitry Glukhovsky
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Me llevé un vaso grande lleno de agua a la
habitación, y, con las luces de la cocina y el pasillo
encendidas, volví a meterme en la cama. Cuando
amaneció, la fiebre había bajado un poco, pero durante
una semana entera salí de casa tan sólo para comprar lo
más necesario en la tienda de alimentación más cercana.
E incluso ese breve recorrido me agotaba de tal manera
que sólo de pensar en una nueva visita a la agencia de
traducción me temblaban las rodillas y sentía malestar.
Por supuesto, era evidente que mi enfermedad, tan
repentina como intensa, se debía al funesto paseo bajo
la lluvia. Pero, en mi fuero interno, una voz me repetía
por lo bajo que la causa de verdad era otra. ¿Quizá el no
haber podido enterarme de cómo continuaba el diario
del conquistador español? De acuerdo con toda lógica,
habría sido ridículo creer que había sido esa noticia la
que me había puesto enfermo; pero no podía excluirla
del todo.
Si aceptábamos que se trataba de un resfriado, su
evolución era de lo más particular: no tenía tos, ni
moqueaba, ni ninguno de los síntomas que
normalmente serían de esperar. En cambio, la fiebre me
atormentaba todas las noches, y durante el día me
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