Page 152 - Sumerki - Dmitry Glukhovsky
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de un desfile. Me bastó con cerrar los ojos para ver más
de cerca a ese ejército espectral, y el sueño me arrastró
de nuevo en su torbellino.
Volví a despertar porque una terrible frialdad había
penetrado en todo mi cuerpo. Temblaba de tal manera
que a duras penas pude levantar la mano para
palparme la frente. Traté de recoger el edredón que
había quedado en el suelo, pero no lo conseguía.
Finalmente me arrastré hasta el borde de la cama, perdí
el equilibrio y me caí al suelo. Ya no me quedaba
ninguna otra opción: si no quería pasar la noche entera
sobre el frío parqué tendría que obligarme a mí mismo
a levantarme, a recoger el edredón, a cubrirme por lo
menos... tal vez lograra llegar hasta la cocina para
tomarme una aspirina.
Pero no ocurrió nada de todo eso. Mientras buscaba
a gatas el edredón por la habitación a oscuras, oí que
alguien suspiraba en lo más profundo de la habitación.
Yo tenía la impresión de que debían de ser las
cuatro de la madrugada... una hora silenciosa en la que
incluso los últimos borrachos han vuelto a casa y los
honrados trabajadores cuentan todavía con una o dos
breves horas de sueño. Las luces estaban apagadas y las
calles vacías, como si la ciudad se hallara en cuarentena.
En mi habitación reinaba la más absoluta oscuridad.
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