Page 156 - Sumerki - Dmitry Glukhovsky
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sentía muy abatido, débil. Pensé en visitar a un médico,
pero los problemas respiratorios y el carraspeo
acompañado de pitidos que producían mis pulmones
apuntaban más bien a una bronquitis, y como de niño
había padecido muchas conocía bien la terapia que
había que aplicar.
El trabajador autónomo no se ve obligado a
notificar sus enfermedades y por ello tampoco necesita
un certificado médico. Me decidí a curarme con mis
propios medicamentos, y en poco más de una semana
consumí todas mis provisiones de analgésicos. Pasaba
los días sentado en la cocina, envuelto en mantas, con la
tetera siempre a mano. De noche, cuando los ojos se me
empezaban a cerrar, volvía a mi habitación y leía algo
en la cama, y luego echaba una última ojeada por la
habitación y apagaba la luz.
Le daba vueltas sin cesar a lo que podía haber
pasado aquella noche. Hoy en día sé muy bien que en el
mismo instante en el que la agencia me comunicó que
no había llegado nada más se inició una serie de
extraños acontecimientos que me iban a ocupar durante
los días y semanas siguientes. Ése es otro de los motivos
por el que cuento con tanto detalle hechos que a
primera vista parecen no tener sentido, que parecen
insustanciales, igual que mis sueños y mis estúpidas
angustias.
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