Page 28 - Sumerki - Dmitry Glukhovsky
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punto fuimos víctimas de una nueva desgracia. Que el ancho
camino por el que marchaba nuestra partida empezó a
estrecharse hasta reducirse tan sólo a un sendero común, por
el que podía pasar un caballo con su jinete, pero no un carro.
Que, tras alguna discusión, nos resolvimos a cortar los
arbustos y árboles que se hallaban al borde del sendero, a fin
de abrir camino para nuestros carros, pero la cosa nos llevó
tanto tiempo que, al llegar la noche, después de que los
soldados, junto con los indios, emplearan el día en despejar el
camino, habíamos recorrido no más de media legua.
Que, por ese motivo, resolvimos al día siguiente dejar los
carros con un cuerpo de guardia y un guía, después que
hubimos despejado a su alrededor un lugar lo bastante grande
para que se pudiera proceder a su defensa en el caso de un
ataque inesperado, tras lo cual seguimos adelante con
veinticinco hombres y dos de los indios, a fin de explorar los
alrededores y descubrir si faltaba mucho para que terminase
la espesura. Que elegimos, para dejar los carros y la guardia,
un lugar en el que se hallaban varios ídolos de piedra, porque
allí crecían pocos árboles y ello nos facilitó el trabajo. Que
permanecieron en el claro, bajo las órdenes del señor
Gerónimo Núñez de Balboa, diez ballesteros, tres soldados
con arcabuces, dos montados y el indio Gaspar Xiu, con los
carros, mientras que los demás se pusieron en marcha
conmigo y con el señor Vasco de Aguilar.
Que acordamos regresar, como mucho, en un plazo de
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