Page 25 - Sumerki - Dmitry Glukhovsky
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que algunos de ellos deben de ir a parar a las
trastiendas de anticuarios, y que algún día pueden caer
en manos de un coleccionista afortunado. Pero si
alguien contaba con medios suficientes para adquirir
un libro como ése, ¿por qué lo había dejado en manos
de un traductor desconocido?, ¿de un traductor capaz
de dañar, e incluso de perder ese volumen sin precio?
¿Por qué no le había encargado a un profesor
universitario que lo tradujera en su propia casa? Un
profesor sí trataría con el respeto adecuado sus páginas
viejas y quebradizas, y sería capaz de entregarle, no
sólo una traducción correcta, sino también los
imprescindibles comentarios. ¿Cómo habían podido
confiárselo a un lego?
Por último, tampoco se entendía que el presunto
coleccionista hubiera cortado sin piedad las páginas del
libro. ¿Y si resultaba que era yo quien sobrestimaba su
valor? ¿O podía ser que el propietario lo hubiese
adquirido en ese estado? ¿O que no quisiera poner el
tomo entero en manos de un lector demasiado curioso?
El té estaba hecho por fin. Lo serví con el colador en
mi taza favorita, una en forma de cántaro con el cuello
estrecho (para que el té tarde más en enfriarse), y
regresé rápidamente a mi cuarto, donde, a la cálida luz
de la lámpara del escritorio, el noble y todavía anónimo
descubridor se mecía sobre la crujiente silla de montar y
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