Page 285 - Sumerki - Dmitry Glukhovsky
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viejas que se santiguaban sin cesar, o leía acerca de
enfermos de cáncer que se aferraban a la religión como
a su última esperanza, o cuando, con la curiosidad del
antropólogo, descubría entre los feligreses a un
pandillero con el cráneo rapado y un amuleto enorme
en su cuello de toro, me asaltaba la sensación de que
tardaría mucho tiempo en estarlo. La fe es una muleta y
se agarra a ella quien no sabe qué le ocurrirá al día
siguiente. Pero mi vida, como consecuencia de la rutina
diaria y del trabajo siempre igual, era totalmente
previsible, y el futuro estaba escrito como en uno de
esos horóscopos mágicos de los mayas. O por lo menos
lo había estado hasta hacía poco.
Siempre me sorprende que este Estado, que en un
lapso de siete décadas empleó todos los medios a su
alcance para arrancar la fe religiosa del corazón de sus
ciudadanos, empiece de pronto a santiguarse con tal
histeria y se arrodille con la devoción de una madrecita
temerosa de Dios. ¿Será que le da miedo su futuro?
¿Cómo es que se agarra a muletas como ésas?
¿En qué piensan los ministros durante los Oficios,
cuando ponen cara solemne y besan la cruz, y se
esfuerzan por no mirar hacia las tropecientas cámaras
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