Page 288 - Sumerki - Dmitry Glukhovsky
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enrevesada que únicamente ellos comprendían, y que
habían sido ellos quienes habían orquestado la escena
nocturna frente a mi puerta e imitado el grito de bestias
tropicales en el patio. En la placa de Petri de mi
fantasía, cuya solución nutritiva se alimentaba de la
crónica de los conquistadores españoles, la inofensiva
travesura de unos gamberros había actuado como
levadura y provocado un desbordamiento.
El ruido que oía entonces lo había devuelto todo a
sus justas proporciones. La memoria humana, igual que
la resaca del mar, erosiona los angulosos perfiles de
nuestras vivencias y los redondea. Los colores
palidecen, los detalles se hunden en el olvido, las piezas
caídas del mosaico se sustituyen con recuerdos ficticios,
para que las manchas negras de acontecimientos
desaparecidos no perjudiquen la imagen de conjunto.
Pero ¿cómo había podido olvidar al cabo de pocas
horas ese extraño sonido que no podía corresponder a
un hombre ni a un animal? Aunque era la primera vez
que lo oía tan de cerca...
Al principio, el grito había sido demasiado tenue
para el oído humano, pero incluso su sonido inaudible
era tan fuerte que lo ahogaba todo. Pareció que el
mundo se detuviera durante unas fracciones de
segundo. Pero a continuación golpeó los cristales de las
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