Page 301 - Sumerki - Dmitry Glukhovsky
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seguía adelante por el camino.
Antes de que terminara mi breve descanso y me
adentrara una vez más en la jungla de los complicados
giros de la sintaxis española para abrirme paso con el
machete por la maraña de las supersticiones indias y las
intrigas casi jesuíticas de los franciscanos, me decidí a
estudiar más de cerca a mi adversario. ¿Cómo era aquel
hombre jaguar?
Kümmerling se encogía de hombros. No sabía
nada. En el capítulo «Religión y mitos de los mayas» se
limitaba a contar que los dioses más importantes del
panteón maya aparecían bajo manifestaciones y
nombres diversos, y tenían también dobles y opuestos,
por lo que los europeos que habían estudiado en detalle
la materia habían llegado a la conclusión de que los
nativos creían en un número de dioses virtualmente
infinito. Kümmerling ponía como ejemplo varias
ilustraciones sacadas de monografías serias en las que
reconocí a Itzamná, el dios protector de los sabios y
estudiosos, así como a los insoslayables Chaacs y a la
diosa lunar Ixchel.
No me cabía ninguna duda de que el hombre
jaguar debía de tener un papel importante en la
mitología de los mayas, y Kümmerling sí lo citaba, pero
sólo de pasada, junto con otros demonios y demiurgos.
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