Page 300 - Sumerki - Dmitry Glukhovsky
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Al advertir a los españoles de que la expedición no
podría retroceder por el sacbé, Juan Nachi Cocom me
había hablado a mí. Me había mirado a los ojos a través
de cinco siglos. Nada había podido impedírselo: ni el
polvo que se acumula sobre los libros, ni la
podredumbre, ni la industrialización, ni Freud, ni el
socialismo avanzado, ni las toneladas de novelas malas
y de corta vida sobre las increíbles aventuras de rubias
de pechos grandes en las junglas sudamericanas... Nada
de lo que hubiera podido influir en mis ideas sobre el
mundo y sobre el lugar que los mayas ocupaban en
éste. Nada de lo que hubiera podido llevarme a creer
que el drama que se representaba ante mis ojos no era
más que una patraña y a dudar de la veracidad del
relato. Fatigado, pero resuelto, se había secado el sudor
de la frente y me había mirado desde aquellas páginas
color arena. Y yo lo había comprendido: su palabra de
que los corazones timoratos estaban condenados a
morir descuartizados por los demonios... iba por mí.
Era demasiado tarde para volver atrás. La puerta
por la que había empezado mi descenso a la mazmorra
había quedado muy, muy atrás, y se había cerrado
ruidosamente. Había permitido que el juego me
sedujera y había desdeñado las muchas advertencias de
la crónica. A juzgar por las palabras de Juan Nachi
Cocom, sólo tendría una oportunidad de salvarme si
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