Page 93 - Sumerki - Dmitry Glukhovsky
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regularidad, de tal modo que cada uno de ellos decía su
nombre en una ocasión por minuto. Que, a pesar de todas
estas medidas, perdimos a otro hombre, de nombre Ignacio
Ferrer, que cerraba la fila y que en cierto momento dijo su
nombre, pero en el siguiente calló, y cuando el soldado que le
precedía se volvió, no vio al tal Ignacio Ferrer ni ningún
rastro de éste. Que, a la vista de aquel caso, dimos sendas teas
embreadas, no sólo al hombre que iba en cabeza de la partida,
sino también al que cerraba la marcha, para que espantaran a
posibles animales de presa y, en caso de que desaparecieran,
su desaparición se hiciera patente de inmediato.
Que proseguimos durante un buen rato de tal guisa y
que, por fin, llegamos a tierra seca, y que nos alegramos
extraordinariamente por ello, porque estábamos exhaustos y
necesitados de reposo. Que una vez allí plantamos un
campamento, pero nuestros guías nos prohibieron que
durmiéramos más de la mitad, y dijeron que teníamos que
estar prevenidos para no ser presa fácil de los demonios que
merodeaban por aquel paraje. Que fray Joaquín los amenazó
con informar a fray Diego de Landa de sus heréticas palabras,
pero los guías se adhirieron con pertinacia a las palabras
dichas por ellos.
Que se hizo como habían dicho, y la mitad de nuestros
hombres durmieron mientras la otra montaba guardia, y
luego cambiaron turnos. Que, de cualquier modo, los insectos
de los cenagales, atraídos por la luz de la hoguera, nos
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