Page 189 - El Increible Hombre Menguante - Richard Matheson
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cara  húmeda,  y  entonces  se  acordó  de  que  la


            esponja se había mojado la mañana anterior. Pero el


            agua era tan salobre que estuvo a punto de vomitar


            la poca comida que había logrado ingerir.


                   Volvió  a  tenderse  de  espaldas.  «¿Qué  voy  a


            hacer ahora?», pensó. No disponía de más comida


            que las pocas migas que acababa de guardar debajo



            de la tapa de la caja; no disponía de más agua que


            la que se encontraba en el fondo del precipicio, y no


            se sentía con ánimos para bajar nuevamente a él; no


            había ningún medio de salir del sótano. Y además,


            por si todo aquello no fuera bastante, tenía fiebre.


                   Se  restregó  furiosamente  la  frente.  El  aire  era


            denso y pesado. El calor se abatía sobre él como una


            mano. «Me estoy asfixiando», pensó. Se incorporó


            bruscamente,  mirando  a  su  alrededor  con  ojos



            febriles  y  la  cabeza  colgando.  Inconscientemente,


            desmenuzó  una  miga  de  galleta  con  la  mano


            derecha y apartó los minúsculos fragmentos.


                   —Estoy enfermo —gruñó. Su voz resonó en sus


            oídos.  Sollozó,  hundiendo  los  dientes  en  los


            nudillos  de  su  mano  izquierda  hasta  hacerse


            sangre—. Estoy enfermo. ¡Estoy enfermo!



                   Cayó hacia atrás con Un gemido y permaneció


            inmóvil,  mirando  hacia  arriba  con  los  ojos


            entrecerrados por la fiebre. Medio inconsciente, le


            pareció oír a la araña paseando sobre la tapa de la






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