Page 190 - El Increible Hombre Menguante - Richard Matheson
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caja.  Uno,  dos,  tres,  empezó  a  cantar  su  mente.


            Cuatro, cinco, seis. Siete patas tiene mi amor.


                   Perdida ya la noción de la realidad, se acordó


            del día en que midió setenta centímetros, la misma


            estatura  de  un  niño  de  un  año:  un  muñeco  de


            porcelana  que  se  afeitaba  patillas  verdaderas,  se


            bañaba  en  un  fregadero,  usaba  la  silla  con  orinal



            propia de todos los bebés y llevaba ropitas de niño


            arregladas.


                   Estaban  en  la  cocina,  y  se  enfadó  con  Lou


            porque  él  mismo  acababa  de  sugerirle  que  le


            exhibiera en alguna feria para ganar algo de dinero,


            y ella no se molestó en decirle que no quería oírle


            hablar  de  aquel  modo;  se  limitó  a  encogerse  de


            hombros.


                   Él  gritó  cada  vez  más  fuerte,  con  la  cara  roja,



            pisoteó  sus  graciosos  zapatitos,  la  miró  con  ira,


            hasta que ella le volvió bruscamente la espalda y le


            gritó:


                   ―¡Oh, deja de chillarme!


                   Dominado  por  la  furia,  echó  a  correr  hacia  la


            puerta, sin lograr otra cosa que tropezar con el gato


            y recibir numerosos arañazos. Lou corrió hacia él y



            trató de arreglar las cosas. Le limpió las heridas del


            brazo y le pidió perdón. Pero él se dio cuenta de que


            no era una mujer pidiendo perdón a un hombre,


            sino a un enanito por el que siente lástima.






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