Page 188 - El Increible Hombre Menguante - Richard Matheson
P. 188
que los brazos y las piernas no le sostenían, y los
músculos parecían relajarse. Sus manos se asieron
desesperadamente al hilo y sus piernas se
enrollaron en torno a él.
Después, al cabo de un momento, empezó a
trepar de nuevo. Sin mirar hacia arriba, porque
sabía que si lo hacía, aunque fuera una sola vez,
nunca podría llegar a la cima.
Se dejó caer al suelo, invadido por oleadas de
calor y frío. Se llevó una temblorosa mano a la
frente. Estaba caliente y seca. «Estoy enfermo»,
pensó. Encontró detrás del bloque de cemento la
antigua túnica, cubierta de polvo pero seca. La
sacudió y se la puso. Se sintió algo mejor.
Temblando de cansancio y cólera, y sin dejar de
estremecerse a causa del frío, dio una vuelta para
recoger los escasos trozos de galleta mojada que
quedaban y los lanzó encima de la esponja.
Necesitó toda su fuerza para arrastrar la tapa de
la caja encima de la esponja. Después se tendió
sobre ella, respirando con dificultad. En el sótano
reinaba un silencio absoluto.
Al cabo de unos minutos intentó comer, pero
sintió un gran dolor al tragar. Ya volvía a tener sed.
Se echó boca abajo y apretó el ardiente rostro contra
la blanda esponja, abriendo y cerrando las manos
con desesperación. A los pocos momentos sintió la
188

