Page 319 - El Increible Hombre Menguante - Richard Matheson
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pulmones de aire, giró sobre sus talones y echó a


            correr por la derecha.


                   A cinco metros del punto de partida, lanzó una


            ojeada  hacia  atrás  sin  dejar  de  correr.  La  araña


            estaba ya sobre la arena, como una oscura burbuja


            que le perseguía. Un pánico repentino le nubló el


            cerebro. Sus piernas parecían haber perdido toda su



            fuerza. «¡Voy a caerme!», pensó.


                   Fue una ilusión. Siguió corriendo velozmente,


            con la boca abierta. Clavó la mirada en la lejanía,


            buscando el hoyo, pero no lo vio. Debía estar un


            poco más lejos. Volvió a girar la cabeza. La araña


            ganaba terreno.


                   Apartó  rápidamente  los  ojos.  «¡No  mires!»,


            pensó.  Sintió  una  punzada  en  el  costado.  Sus


            sandalias volaban sobre la arena. Siguió mirando al



            frente en busca del hoyo.


                   No pudo evitarlo, volvió la vista atrás. La araña


            se acercaba cada vez más, balanceándose sobre sus


            rígidas patas y con su mirada fija en él. Corrió a


            toda velocidad, con los ojos desorbitados, a través


            de las sombras y la luz.


                   ¿Dónde estaba el hoyo?



                   Porque  ya había  llegado  demasiado  lejos  —lo


            sabía— y estaba cerca de los botes de pintura. ¡No,


            era imposible! Lo había planeado demasiado bien


            para  que  ahora  le  ocurriera  eso.  Miró  atrás.  Más






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