Page 362 - El Increible Hombre Menguante - Richard Matheson
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regresó junto a la esponja. Después de todo, no le


            apetecía comer. Trepó a la superficie de la esponja


            y se acostó con un débil suspiro.


                   Permaneció  inmóvil,  con  la  mirada  fija  en  la


            ventana              situada             encima              del        depósito               de


            combustible.  No  había  apenas  luz.  Debía  estar


            atardeciendo. La oscuridad no tardaría en abatirse



            sobre  el  sótano.  La  última  noche  no  tardaría  en


            comenzar.


                   Miró hacia la retorcida celosía de una telaraña


            que  ocultaba  una  esquina  de  la  ventana.


            Numerosos  objetos  colgaban  de  su  adhesiva


            urdimbre: polvo, chinches, trozos de hojas secas e


            incluso un lápiz que él mismo tiró una vez allí. En


            todo el tiempo que llevaba en el sótano no había


            logrado  ver  a  la  araña  que  había  hecho  aquella



            telaraña. Tampoco la vio entonces.


                   El silencio reinaba en el sótano. Debían haber


            desenchufado el calentador antes de irse. Se oía el


            ligero  crujido  de  los  tablones,  pero  eso  no  era


            suficiente  para  arañar  siquiera  la  superficie  del


            silencio. Incluso oía su propia respiración, desigual


            y lenta.



                   «A través de esta ventana», pensó, «contemplé


            a aquella muchacha». Catherine… ¿se llamaba así?


            Ni siquiera se acordaba de su aspecto.


                   También  intentó  encaramarse  a  esa  ventana






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