Page 94 - El Increible Hombre Menguante - Richard Matheson
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saltó hacia atrás, rozando la sien izquierda de Scott


            con una de sus puntiagudas patas.


                   —¡Muérete!  —se  oyó  gritar  súbitamente—.


            ¡Muérete! ¡Muérete!


                   No se murió. A unos centímetros de distancia se


            removió  agitadamente  sobre  los  trapos  como  si


            tratara de comprender por qué no podía alcanzar



            su presa. Y, de repente, saltó de nuevo sobre él.


                   Ésta vez apenas había tocado la punta del alfiler


            cuando  se  detuvo  y  retrocedió  apresuradamente.


            Scott  siguió  mirándola,  sin  cambiar  de  posición,


            aguantando con dificultad el alfiler, que no dejaba


            de  apuntar  a  la  araña.  Aún  notaba  su  espantoso


            peso  encima  de  sus  piernas,  y  el  arañazo  que  le


            había  hecho  con  la pata. Parpadeó  para tratar de


            distinguir su negra silueta entre las sombras.



                   No  hubiese  podido  decir  cuánto  tiempo


            permaneció en la misma posición. La transición fue


            imperceptible. De pronto, mágicamente, sólo hubo


            sombras.


                   Un confuso sonido se escapó de su garganta. Se


            levantó  sobre sus piernas entumecidas y miró en


            torno. Al otro lado del sótano, la estufa se puso en



            marcha. Él, con el corazón latiendo con rapidez, dio


            media vuelta, al creer que la araña iba a saltar sobre


            su espalda.


                   Siguió  dando  vueltas  largo  rato,  y  pronto  sus






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