Page 95 - El Increible Hombre Menguante - Richard Matheson
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brazos empezaron a resentirse del peso del alfiler.
Finalmente, comprendió que la araña se había
alejado.
Le envolvió una gran ola de alivio y cansancio.
El alfiler parecía de plomo, y cayó súbitamente de
sus manos, estrellándose contra el fondo de madera
de la caja. Las piernas se negaron a seguir
sosteniéndole y se desplomó, con la cabeza
apoyada en el alfiler que le había salvado la vida.
Permaneció así durante un rato, completamente
agotado. La araña se había ido. La había
ahuyentado.
Sin embargo, no transcurrió mucho tiempo
hasta que la certeza de que la araña seguía con vida
ahogara toda satisfacción. Podía estar esperándole
fuera, dispuesta a abalanzarse sobre él en cuanto
saliera. Podía haber vuelto al calentador de agua,
para aguardarle allí.
Rodó lentamente hasta quedar tendido boca
abajo, y sepultó la cara entre los brazos. ¿Qué había
conseguido, después de todo? Aún estaba
virtualmente a merced de la araña. No podía llevar
el alfiler adondequiera que fuese, y al cabo de uno
o dos días ni siquiera podría sostenerlo.
E incluso en el caso de que la araña estuviese
demasiado asustada para atacarle ―aunque no
creyó ni por un segundo en esta posibilidad―, la
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