Page 99 - El Increible Hombre Menguante - Richard Matheson
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En la abertura, se inclinó cautelosamente hacia
fuera, mirando primero hacia arriba, después a los
lados, y finalmente hacia abajo. No se veía a la
araña por ninguna parte. Su respiración se moderó
un poco. Deslizó el alfiler por el agujero y después,
tras aguantarlo un momento en el aire, lo soltó.
Chocó contra el suelo y rodó unos centímetros antes
de detenerse.
Se deslizó apresuradamente fuera de la caja y se
dejó caer. Al aterrizar, la bomba del agua empezó
su intermitente silbido, obligándole a dar un salto
hasta el alfiler, cogerlo y mantenerlo en equilibrio
como para repeler un ataque.
No hubo tal ataque. Bajó la reluciente lanza y
volvió a acercársela al costado, después de lo cual
se dirigió hacia el calentador.
Salió de debajo de la montañosa sombra
proyectada por el depósito de combustible y se
internó en la luz grisácea del atardecer. La lluvia
había cesado. Más allá de las empañadas ventanas
reinaba la más absoluta quietud. Pasó junto a las
inmensas ruedas de la cortadora de césped y miró
con inquietud hacia arriba para asegurarse de que
la araña no se encontraba agazapada allí.
Entonces se halló en un espacio abierto. Se
dispuso a cubrir la escasa distancia que le separaba
del calentador. Su mirada fue hacia el frigorífico, y
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