Page 100 - La Penúltima Verdad - Philip K. Dick
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La penúltima verdad                           Philip K. Dick   100


           eliminado... sin que nadie supiera por qué ni cómo... ya

           que, ante todo, el operario ignoraba el destino final de la


           pequeña pieza, bobina o diodo que salió de sus manos.

              El simulacro empezó a moverse. Joseph Adams cerró

           los  ojos  en  su  rincón,  fuera  del  radio  de  acción  de  las


           cámaras, escondido allí con el joven, pero ya muy experto

           hombre de Yance, autor de las palabras que iban a ser

           pronunciadas. Puede que el simulacro se vuelva loco...


           esta absurda idea cruzó por la mente de Adams... y un día

           se  pondrá  a  contar  chistes  obscenos.  O  como  aquellos

           discos del siglo pasado: se pondrá a repetir una y otra vez


           la misma palabra...

              ‐Norteamericanos todos ‐dijo el simulacro con su voz


           firme,  familiar  y  algo  ronca,  pero  perfectamente

           controlada.

              Para su capote, Joseph Adams dijo: «Sí, señor Yancy. Sí,


           señor».






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              Joseph Adams escuchó la parte terminada del discurso,

           hasta donde el joven moreno de Yance había dejado de

           introducir  texto  en  el  Megavac;  luego,  cuando  el


           simulacro regresó a su anterior rigidez y las cámaras, con

           perfecta  sincronización,  interrumpieron  la  toma,  se

           volvió al autor que estaba su lado y le dijo:




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