Page 103 - La Penúltima Verdad - Philip K. Dick
P. 103
La penúltima verdad Philip K. Dick 103
‐Pero con ese aspecto... ¿no habrá resultado afectada tu
médula ósea?
‐Los análisis que me han hecho indican que la
producción de glóbulos rojos no ha resultado
excesivamente afectada. Creo que conseguiré
recuperarme. Y mis tierras van perdiendo radiactividad
cada día que pasa. Lo peor ya queda atrás. ‐Con una torva
sonrisa, Lantano añadió‐: ¿Por qué no vienes un día a
visitarme, Adams? Mis robots han trabajado día y noche;
tengo la villa ya casi terminada.
A lo que Adams contestó:
‐No iría a la zona radiactiva de Cheyenne ni por un
montón de billetes de diez kilómetros de alto. Ese
discurso tuyo demuestra que tu colaboración puede ser
muy valiosa... ¿por qué, pues, arriesgar tu salud, e incluso
tu vida? Podrías quedarte aquí, en un apartamento de la
Agencia, hasta que...
‐Hasta que ‐le interrumpió Lantano‐, la zona caliente de
Cheyenne esté lo suficientemente fría dentro de diez o de
quince años... para que alguien se me adelante entonces y
se quede con ella.
Dicho en otras palabras, él significaba con eso que no
tenía otra alternativa sino instalarse en aquellas tierras
prematuramente. Ya lo habían intentado con
anterioridad otros hombres de Yance en su misma
posición. Y muy a menudo, aquellas inversiones
prematuras, aquellas instalaciones apresuradas y
103

