Page 102 - La Penúltima Verdad - Philip K. Dick
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La penúltima verdad                           Philip K. Dick   102


              ‐¿Y  tú  quién  eres? ‐preguntó  de  pronto  al  extraño  e

           inteligente joven de Yance, decidiéndose a tutearlo.


              ‐Dave no sé qué más. No me acuerdo ‐repuso el joven,

           que estaba sumido casi en un trance místico, después de

           que el simulacro dejó de funcionar.


              ‐¿Qué dices? ¿Que no te acuerdas de tu nombre?

              Estupefacto, Adams esperó a que el joven prosiguiese,

           y entonces comprendió que aquello no era más que una


           manera elíptica de darle a entender algo, a saber: que el

           joven moreno era relativamente nuevo en Yance, y que

           aún no estaba plenamente integrado en la jerarquía.


              ‐Lantano ‐dijo Adams‐. Claro, tú eres David Lantano, el

           que vive en la zona caliente cerca de Cheyenne.


              ‐El mismo que viste y calza.

              ‐Ahora ya no me extraña tu color moreno.

              Adams comprendió que el tono de su tez se debía a las


           quemaduras  de  la  radiación.  El  joven,  impaciente  por

           adquirir tierras donde levantar su propiedad, las había


           ocupado  demasiado  pronto;  eso  confirmaba  todos  los

           rumores que circulaban en las horas ociosas del atardecer

           entre la minoría de los elegidos: ocupó su residencia antes


           de lo debido, y ello había provocado agudos sufrimientos

           físicos al joven David Lantano.

              Pero Lantano dijo:


              ‐Hay  que  tomarse  las  cosas  con  filosofía.  Aún  estoy

           vivo.







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