Page 130 - La Penúltima Verdad - Philip K. Dick
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La penúltima verdad Philip K. Dick 130
ciudadanos del bloque occidental. Nadie escribía al
Gobierno de Washington para decir: «Muy señores míos:
En relación con la cámara que llevaban en un ʺgemeloʺ el
ʺleal agente secretoʺ de Yalta, siento decirles que...». No,
tal cosa no ocurrió; de haber ocurrido, la carta en cuestión
habría desaparecido... y quizá también la persona que la
hubiera escrito.
‐¿Qué episodio estás viendo, Joe? ‐le preguntó Colleen.
El volvió a recostarse en su asiento y detuvo la cinta.
‐La gran escena donde Franklin Delano Roosevelt y
Stalin se ponen de acuerdo para traicionar a las
democracias occidentales.
‐¡Ah, sí! ‐asintió ella, tomando asiento a su lado‐. Esa
toma borrosa, captada desde lejos. ¿Quién podría
olvidarla? Nos la han machacado tantas veces...
‐Tú ya sabes, por supuesto ‐dijo él‐, cuál es el fallo que
hay en ella.
‐Nos lo enseñaron en clase. Lo decía el propio Brose que,
como además fue discípulo de Fischer...
‐Hoy en día ‐prosiguió Adams‐ nadie comete errores de
ese calibre, al preparar un texto. Hemos aprendido
mucho; somos más expertos. ¿Quieres verlo y oírlo?
‐No; gracias. Francamente, me importa un rábano.
Adams repuso:
‐A mí tampoco me importa. Pero me fascina; me fascina
porque consiguió pasar y ser creída.
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