Page 148 - La Penúltima Verdad - Philip K. Dick
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La penúltima verdad Philip K. Dick 148
quedan muy lejos, hacia el horizonte. Más cerca veo unos
grandes peñascos. ‐En realidad esperaba algo peor;
estaba desconcertado. Porque a lo lejos vio algo que le
parecieron árboles‐. Según la televisión ‐dijo‐, aquí debía
hallarse la gran base militar situada junto a la frontera de
Nebraska; tal como habíamos planeado, me encaminaré
hacia el nordeste y espero que...
‐No olvide ‐le interrumpió el altavoz en tono excitado
que según los rumores que circulan, los traficantes del
mercado negro se refugian en las ruinas de las ciudades,
en sótanos y en antiguos refugios antiatómicos. Por lo
tanto, si le parece peligroso dirigirse hacia el nordeste,
vaya directamente al norte, hacia las ruinas de Cheyenne,
y vea si allí puede establecer contacto con alguien. Sin
duda, en una gran ciudad como ésa debía haber gran
cantidad de sótanos; en ellos habrán encontrado refugio
y protección algunos de esos individuos. Y recuerde que
esa gente sabe cómo esquivar a los robots; lo han
aprendido por experiencia. ¿Oiga? ¿Me oye?
Nicholas contestó:
‐Sí, le oigo. Muy bien, yo...
‐Y lleve consigo esa caja con laminillas metálicas
radiactivas para despistar a las máquinas de matar
termotrópicas, ¿no es eso? Y los perdigones para las
máquinas que persiguen el metal... vaya esparciéndolos
por el suelo a medida que camina. ¡Ja, ja! Como
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