Page 152 - La Penúltima Verdad - Philip K. Dick
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La penúltima verdad                           Philip K. Dick   152


           desobedeciendo  las  leyes  establecidas  e  incurriendo  en

           las graves penas previstas?


              Su  compañero,  o  sea,  el  robot  que  había  resultado

           parcialmente dañado, agregó:

              ‐Dicho en otras palabras, señor: ¿tendría la amabilidad


           de decirnos qué hace aquí?

              Tras pensarlo unos segundos, Nicholas tartamudeó:

              ‐Pues... pues yo... vine en busca de... de algo.


              ‐¿Tendría  la  bondad  de  decirnos  en  qué  consiste  ese

           «algo»? ‐le preguntó el robot intacto.

              Nicholas ignoraba si debía contestar o no; todo cuanto


           le rodeaba, el mundo que se extendía a su alrededor y

           aquellos  individuos,  metálicos  pero  corteses,  que  le


           interrogaban  respetuosamente  pero  con  firmeza,  le

           desconcertaban  y  le  hacían  sentirse  completamente

           desorientado.


              ‐Tómese el tiempo que necesite ‐le dijo el robot intacto

           para recuperar su compostura‐. No obstante, insistimos


           en  que  debe  responder ‐avanzó  entonces  hacia  él,

           empuñando  un  aparato  en  su  extremidad  superior

           derecha‐. Me gustaría someterle a una lectura poligráfica


           de sus declaraciones; dicho de otro modo, señor, a una

           medición  con  un  sistema  detector  independiente  de  la

           veracidad de sus respuestas. No pretendemos ofenderle,


           señor; se trata de una comprobación rutinaria.

              Antes de comprender lo que ocurría, ya tenía el detector

           de mentiras ceñido a la muñeca.




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