Page 149 - La Penúltima Verdad - Philip K. Dick
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La penúltima verdad Philip K. Dick 149
Pulgarcito... pero, a diferencia de éste, usted quiere que se
coman las migas de pan.
El se levantó cansadamente y se quedó de pie,
tambaleándose.
Y entonces lo detectaron. El los oyó moverse; activados
por su cambio de posición, fueron hacia él. Se volvió
empuñando la ridícula arma que habían fabricado los
técnicos del taller. El primer robot se levantó en el aire
como si estuviera lleno de helio y flotara ingrávido; el
rayo de la pistola de láser de fabricación casera pasó por
debajo de él sin alcanzarlo. El robot era un veterano, y
descendió en espiral para atacarle por la espalda mientras
el otro, agachado como un ciempiés y acercándose a
enorme velocidad, alargó algo que Nicholas no pudo
distinguir; no disparaba contra él, trataba de aturdirlo.
Nicholas retrocedió, disparando por segunda vez la
ridícula pistola de láser. Vio saltar por los aires una parte
de la anatomía del robot, y entonces el otro, el que estaba
a su espalda, lo sujetó fuertemente. Es el fin, pensó; sin
dejar de atenazarlo, el robot lo arrastró haciéndolo
rebotar sobre las rocas y las hierbas. Fue como si hubiera
sido enganchado por un vehículo que no quisiera
detenerse. Trató de desasirse de la tenaza que le sujetaba
por la ropa y los hombros. Evidentemente, el robot sabía
que él se encontraba inerme; ni siquiera podía volverse.
Entonces entendió el porqué de lo que hacía.
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