Page 156 - La Penúltima Verdad - Philip K. Dick
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La penúltima verdad Philip K. Dick 156
sin más dilación y sin molestar al señor Arthur Tauber,
que sin duda debe de estar en la Agencia. Y así, cuando
nosotros...
‐De acuerdo.
El robot dañado sacó un aparato tubular y Nicholas
comprendió que iban a matarle sin mayor discusión: el
coloquio entre ambos robots durante todo el tiempo ‐no
podía dejar de pensar: «Nosotros mismos los hicimos, en
nuestros talleres; son obra de nuestras propias manos»‐
había terminado y la decisión ya estaba tomada.
Nicholas dijo entonces:
‐¡Alto!
Los dos robots, programados para ser educados y
corteses, esperaron aplazando el momento de matarlo.
‐Decidme una cosa ‐añadió‐: ¿Por qué, si pertenecéis a
la Wes‐Dem y no al Pac‐Peop, pues sé que sois de la Wes‐
Dem; veo la marca sobre ambos... por qué, repito, queréis
matarme?
Apelando a los sistemas extraordinariamente
perceptivos, a la red neural que les permitía razonar como
hombres, a su capacidad cefálica altamente organizada ‐
ambos eran del tipo VI‐, les dijo:
‐Subí a la superficie en busca de un páncreas artiforg,
para poder cumplir nuestro cupo de material de guerra.
Un artiforg, ¿comprendéis? Para nuestro mecánico jefe.
Para la producción bélica.
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