Page 157 - La Penúltima Verdad - Philip K. Dick
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La penúltima verdad Philip K. Dick 157
«Aunque ‐pensó‐ no veo señales de guerra. Únicamente
veo las ruinas, los restos de una guerra pretérita... ruinas
antiguas. ‐El paisaje que le rodeaba mostraba la pátina de
los años, y a lo lejos se divisaba una hilera de árboles. Y
éstos parecían jóvenes, fuertes y sanos‐. Eso sólo significa
una cosa. Que la guerra ha terminado. O bien ganó uno de
los bandos, o la lucha ha cesado por la razón que sea y
estos robots no pertenecen a la Wes‐Dem, no forman
parte de un ejército gubernamental, sino que son
propiedad del individuo cuyo nombre aparece escrito en
ellos, David Lantano. Y él es quien les da órdenes...
cuando consiguen localizarlo. Pero como de momento no
saben dónde está, el resultado es que yo tengo que
morir».
‐El polígrafo ‐señaló el robot dañado‐ indica una gran
tensión en el señor Saint‐James. Quizá sería humanitario
informarle de que...
Dejó de hablar, porque había sido desintegrado; en el
lugar que ocupaba quedó sólo un montón de fragmentos
inconexos, un rimero que se desmoronó rápidamente. El
robot intacto giró sobre sus talones, describió un círculo
completo, como un gigantesco trompo metálico; como
veterano experto, buscó el origen de la fuerza que había
aniquilado a su compañero, pero mientras lo estaba
haciendo el rayo mortífero y concentrado lo alcanzó y
cesó de girar. Cayó hecho pedazos que se desparramaron
por el suelo y Nicholas se halló solo, sin ver alma viviente
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