Page 160 - La Penúltima Verdad - Philip K. Dick
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La penúltima verdad                           Philip K. Dick   160




              De pie al otro lado de la mesa, Verne Lindblom dijo:


              ‐Creo que con esto será suficiente.

              Indicó  las  diversas  armas  simuladas  y  los  huesos  y

           cráneos  cuidadosamente  envueltos  en  plástico.  Todos


           pertenecían  a  dos  variedades  distintas,  terrestres  y

           extraterrestres,  ahora  separadas,  pero  que  pronto  se

           confundirían en el subsuelo de Utah.


              Joseph  Adams  quedó  impresionado.  Aquel  gran

           artesano que era Lindblom lo había fabricado todo en un

           tiempo récord. El mismo Stanton Brose, que se acercó en


           su silla de ruedas especial, se mostraba sorprendido. Y,

           por supuesto, inmensamente complacido.


              La otra persona que se hallaba presente no manifestaba

           reacción  alguna:  no  le  estaba  permitido.  Por  ello

           permanecía  discretamente  a  un  lado.  Adams  se


           preguntaba quién podría ser hasta que comprendió, con

           cierta repugnancia, que sin duda era el agente de Brose


           infiltrado en el equipo de Runcible: aquél era Robert Hig,

           el que encontraría uno o más de uno de aquellos objetos,

           iniciando así el proceso de su descubrimiento.


              ‐Ni siquiera he tenido tiempo de hacer el borrador de

           mis artículos ‐dijo Adams‐. Y ustedes ya tienen aquí todos

           los objetos terminados.


              A decir verdad, sólo había empezado la primera página

           del artículo primero; le costaría varios días terminar la

           serie  de  tres  artículos,  para  entregarlos  entonces  a  los




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