Page 172 - La Penúltima Verdad - Philip K. Dick
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La penúltima verdad Philip K. Dick 172
‐Usted le dirá ‐repuso Brose con aspereza‐ que, por ser
usted ingeniero, ha conocido que esos objetos no fueron
fabricados aquí en la Tierra. Los amerindios del año 1425
no podían fabricarlos... vamos, eso es evidente. No hace
falta que respalde su informe a Runcible con datos
científicos o de ingeniería; basta con que le muestre las
armas y le diga que se han encontrado en una
estratificación que tiene seiscientos años y luego añada:
mire eso... ¿son acaso puntas de flechas de sílex? ¿Son
recipientes de arcilla sin cocer o piedras de moler grano
toscamente labradas? Basta con que añada eso y luego
regresen inmediatamente junto a las excavadoras, para
que desentierren más cosas, especialmente los cráneos
que no pertenecen al Homo Sapiens.
‐Sí, señor Brose ‐respondió Robert Hig, inclinando la
cabeza en señal de obediencia.
Brose continuó:
‐Daría algo por ver la cara de Louis Runcible cuando le
enseñe usted estos hallazgos.
Sus ojos enrojecidos estaban lacrimosos de excitación.
‐Pues la verá ‐le apuntó Lindblom‐. Recuerde que Hig
llevará una de esas cámaras disimuladas en un botón de
la camisa, que incluso graba el sonido. Así, cuando
comience el pleito, podremos demostrar que Runcible no
ignoraba el hallazgo ni su valor científico ‐su voz tenía un
ligero tono de desprecio... de desprecio hacia un viejo
cerebro incapaz de recordar todos los hechos, puesto que
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