Page 169 - La Penúltima Verdad - Philip K. Dick
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La penúltima verdad Philip K. Dick 169
‐No puedo ver el movimiento de sus labios ‐se quejó
Brose; haciendo girar rápidamente su silla automóvil, se
situó de manera que pudiese ver la cara de Lindblom.
Este siguió hablando:
‐Estaba explicando a Adams que necesitaba un modelo
para las armas «extraterrestres»; como es natural, no
podía limitarme a dar un aspecto extraño a nuestras
conocidas armas de la Tercera Guerra Mundial, porque
los expertos de Runcible encontrarían en ellas suficientes
piezas normales como para descubrir el parecido. Dicho
en otras palabras...
‐Sí ‐dijo Brose, asintiendo‐. Desde luego, resultaría una
extraña coincidencia que los «extraterrestres» que
invadieron la Tierra hace seis siglos hubieran empleado
precisamente armas semejantes a las de nuestra última
guerra... diferentes únicamente, como señala Verne, en su
aspecto exterior, diseñado por Arlene.
‐Tuve que dar a esas armas una contextura que resultase
novedosa para nosotros ‐dijo Verne Lindblom‐. Y como
no disponía de tiempo para inventarlas, me puse a buscar
en los archivos de la Agencia que tienen los planos de los
prototipos más adelantados, que no llegaron a ser
utilizados ‐miró de reojo a Brose‐. El señor Brose me dio
toda clase de facilidades para acceder a esos archivos. De
no ser así, no habría podido consultarlos.
Los Archivos de Armas Avanzadas de la Agencia eran
una de las muchas secciones de Nueva York que Brose
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