Page 188 - La Penúltima Verdad - Philip K. Dick
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La penúltima verdad Philip K. Dick 188
suerte, desde luego, al salvar el pellejo. Habría sido una
muerte horrible... con sólo pensarlo me estremezco.
Uno de sus compañeros intervino para decir:
‐No tiene sentido lo que ha dicho sobre Yancy.
‐Pues yo le vi ‐insistió Nicholas‐. Era él, sin duda
alguna.
Jack Blair dijo, citando un texto desconocido:
‐«He visto a Dios. ¿Dudáis de ello? ¿Os atrevéis a dudar
de ello?» ¿Qué arma empleaba ese sujeto que te salvó?
¿Una pistola láser?
‐No. Los robots fueron pulverizados, desintegrados ‐
trató de hacerles comprender lo violenta y repentina que
había sido la destrucción de los dos robots‐. Quedaron
reducidos a polvo ‐dijo‐. A un montón de herrumbre,
como limaduras de hierro. ¿Tiene algún sentido esto?
‐Indudablemente, se trata de un arma avanzadísima de
los hombres de Yance ‐dijo Blair, haciendo lentos gestos
afirmativos con la cabeza‐. Esto significa que fue un
hombre de Yance quien te salvó la vida; los antiguos
habitantes de los tanques no poseen esa clase de armas.
Ni siquiera sé cómo se llama, pero supongo que será un
excedente de guerra... Sobraron muchas armas de la
última guerra y, a veces, dos hombres de Yance cuyas
propiedades son colindantes se pelean por la línea de
demarcación entre sus respectivos latifundios. Y entonces
corren a la sección de armas no secretas que tiene la
Agencia en Nueva York (ahí es donde se preparan los
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