Page 190 - La Penúltima Verdad - Philip K. Dick
P. 190
La penúltima verdad Philip K. Dick 190
aniquilar todo el planeta. Por suerte, la guerra se detuvo
a tiempo. Si dura un mes más... no queda nada.
E hizo un expresivo ademán.
‐¿Tiene alguien un pitillo? ‐preguntó Nicholas.
Los cuatro barbudos se consultaron con la mirada y
luego, como a regañadientes, uno de ellos le tendió una
cajetilla de Lucky Strike. Nicholas sacó sólo un cigarrillo,
y les devolvió el precioso paquete.
‐Andamos escasos de todo ‐dijo Blair en tono de
disculpa, mientras daba fuego a Nicholas‐. Ese nuevo
dóminus que está empezando a construir su morada
aquí, ese David Lantano, no es mala persona en el fondo.
Mantiene a sus robots apartados, como te he dicho,
cuando se encuentra en su propiedad, para que no nos
capturen y traten de conducirnos a esos bloques de
apartamentos; en cierto modo, cuida de nosotros. Hasta
nos da comida ‐Blair guardó silencio unos momentos; a
Nicholas su expresión le pareció inescrutable‐. Y tabaco.
Sí, la verdad es que trata de ayudarnos. Y también nos da
píldoras; nos trae personalmente unas píldoras
antirradiación que contribuyen a restablecer el número
de hematíes o algo parecido. Nos las trae él en persona.
Quiero decir que no puede hacerlo de otro modo.
‐Pero está enfermo ‐terció otro barbudo‐. Tiene terribles
quemaduras. Lo que pasa es que la ley le obliga a ocupar
su terreno radioactivo doce horas cada veinticuatro. No
puede refugiarse en sótanos como hacemos nosotros; nos
190

