Page 206 - La Penúltima Verdad - Philip K. Dick
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La penúltima verdad Philip K. Dick 206
todos los ingenieros y buena parte de los robots para
saber qué ocurría.
Con movimiento furtivo, activó la cámara en miniatura
disimulada en el botón de su camisa, con lo que puso en
marcha al mismo tiempo la grabadora de audio. Runcible
no estaba allí, pero en el último momento Brose había
decidido que quería tener toda la escena filmada y
grabada, desde el mismo instante en que Hig diese cuenta
del hallazgo.
Se inclinó para recoger el walkie‐talkie.
Un rayo láser le atravesó, agujereando el lado derecho
de su cráneo y su cerebro, saliendo por eh otro lado de su
cuero cabelludo. Cayó pesadamente al suelo; el walkie‐
talkie se desprendió de sus manos, haciéndose añicos.
Quedó allí tendido, muerto.
La excavadora automática detenida por él esperaba
pacientemente la señal de reanudar el trabajo. Por último,
ésta llegó emitida por otro ingeniero humano que estaba
al lado opuesto de la obra; la máquina, con un gruñido de
agradecimiento, se puso a funcionar de nuevo.
El pequeño y brillante objeto metálico medio enterrado
en la zanja a tres metros de profundidad, y que había
quedado expuesto brevemente al sol después de
seiscientos años, volvió a desaparecer bajo las orugas.
Y en seguida la pala lo recogió con un montón de tierra
para arrojarlo al convertidor.
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