Page 242 - La Penúltima Verdad - Philip K. Dick
P. 242
La penúltima verdad Philip K. Dick 242
Ahora, en poder de aquella serie de huellas y de datos
sembrados por el Gestalt‐macher, sólo quedaba la
cuestión de saber a qué computadora que poseyese el
catálogo de la población consultaría. A decir verdad,
podía escoger entre tres, y cada una de ellas poseía un
enorme banco de memoria, una eficientísima biblioteca
con índices combinados; correspondientes, por extraña
coincidencia, al número exacto de referencias
características que sus robots habían recogido durante las
dos últimas horas en aquellas habitaciones.
Podía ir a Moscú. La colosal BB‐7 probablemente le
facilitaría la tarjeta de referencia donde constaban
aquellas siete características, aquella Gestalt. O podía
acudir a la 109‐A3, que estaba en Estes Park. Y también le
sería útil la Megavac 6‐V de la Agencia Yance en Nueva
York; podía utilizarla, pese a ser relativamente pequeña y
especializada, pues su memoria sólo guardaba fichas de
hombres de Yance pasados y presentes, pero Foote
adivinaba que la Gestalt recogida conduciría a la
identificación de un hombre de Yance, y no a uno de los
individuos que con millones de otros compañeros
habitaban los tanques subterráneos; no iba a ser necesario
consultar las tarjetas de identificación de éstos. ¿Por qué
no acudir pues, al Megavac 6‐V?
A Webster Foote se le ocurrió enseguida una excelente
razón para no hacerlo. Su cliente Stanton Brose, recibiría
inmediata notificación de los datos resultantes en su
242

